Estamos en ello. Todos los superhéroes orbitan en torno a esta ciudad. Regresan las naves a los hangares como cada final de vacaciones. Una vez más me he quedado en tierra; como si no fuera capaz de subir las rampas de despegue a tiempo; como si, cada vez, lastrasen con plomos el vuelo de mis faldas. Me falta velocidad en la salida. Tocata y fuga es la consigna.
Debería contratar a un tatuador de mantras.
Insisto, lo creo, lo firmo: los superhéroes somos gente muy profesional. Una pequeña brigada de 3-4 miembros estamos haciendo pequeñas razzias en algo parecido al mundo del ocio y la risa. Travesseras travesuras. Pequeñas venganzas para zurzir una ciudad que se agrieta en un largo y cálido verano que hace solo unos días echó a andar. Casi por casualidad recuerdo que tengo caderas, espalda, nuca. Bailo y me dejo llevar.
Me decido a acercarme a la orilla. Dejaré que me arrastre esta corriente que ahora noto en torno a los talones y me promete una historia de la que no seré capaz de controlar el argumento. Hay que probar cosas nuevas. Y me pregunto si serás capaz de hacerme volar.
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