29.9.11

La oveja soy yo

No sé si cortarme un pecho y aceptar directamente mi nueva condición de amazona o llamar al chinchero. Porque sí, lo acepto, mi casa se ha convertido en un reducto selvático con clima mediterráneo. En mi casa habitan todo tipo de especies. Yo tengo chinches y Marcello, se confirma, tiene pulgas. También he visto peces plata, que no pican ni nadan  pero se pasean a sus anchas por la casa. Un ejército de especies diminutas ha tomado el control. El domingo la aspiradora se dió de baja, suerte que empezó a oler a quemado y pude evitar la explosión y la consiguiente lluvia de insectos. Ríete tú del piromusical de las fiestas de la Mercé, eso sí que hubiera sido la bomba. No sé como será vivir entre gorilas y con niebla, pero aquí, incluso a pleno sol, resulta complicado. Y rídículo, mucho. Porque yo me rasco como Marcello y Marcello se acaricia contra todo para ver si se le bajan sus habitantes, que lo han convertido al pobre en su nuevo bus turístic de esta amazonía. Y lo normal es que yo me acaricie contra todo, que una es de natural mimoso, y que Marcello se rasque. Pero es lo que tienen estos cambios, que obligan a adaptarse al medio. Entre tanto nos visita maremeva, y las chinches que no son tontas, lo primero que han hecho ha sido darse un festín a costa suya. Con razón el tipo del juego aquel, Chincheando!, aparecía en una cama con cara de terror. Las chinches salen por la noche, bueno, no salen, se pegan durante el día como ninjas a la pared y luego se tiran desde lo alto cuando sube la temperatura. La monda. Haciendo "balconin" desde mi cabecero, las muy putas. Y luego, cuando ya me están chupando la sangre (que yo ya me dejo porque hay que dormir) Marcello sube a la cama, y como si acabaran de llegar a la Sagrada Familía, se lanzan como locas sobre mí a por su souvenir. Y ya se sabe, reunión de pastores, oveja muerta. Lo malo es que esta vez la oveja soy yo.

23.9.11

Haz que pare, padre Karras

Necesito un exorcismo. Hacer que pare. Necesito que no exista, que desaparezca. Me muero, cada vez que lo nombran, me sangran las heridas. Dicen su nombre y huelo azufre. El Ministerio informa: si te aisla, si te amenaza, si te grita, si, básicamente, te hace sentir que no vales nada, que no mereces nada, entonces...
No son solo los actos, también las palabras dejan a un hombre sin atributos. Deberían privarle de su nombre. Seguiría existiendo pero menos, sería pero mutilado.
He dejado de desayunar con su fantasma. Me levanto y vivo en paz. Soy feliz. Incluso, tímidamente, empiezo a conectar mis sentimientos con el mundo.
Ya no me doy asco,
ya no pienso cada día que no merece la pena despertarse.
No me ahogo,
no lloro,
no me engaño.
Sonrío, escribo, no mato a las plantas, cuido al gato. Cuido a mi madre. Quiero a mi madre. Soy exigente, luchadora, inteligente. Soy guapa. Soy deseable. Soy una mujer hermosa, inteligente y guapa. Tengo por amigos a un ejército de superhéroes.
No merezco que lo nombren ni que exista. Necesito detener esta emo-rragia.

22.9.11

Pesa-dila

Pesadilla, que nombre tan ridículo, tan poca cosa; que manera de disimular,de esconder el horror que se puede llegar a experimentar con un mal sueño. Pesadilla. Ensaladilla. No sirve para nada. Palabra inútil. Quizá sirva para devolvernos a la realidad, para sosegarnos. Has tenido una pesadilla, bueno, con ese nombre no debe ser grave. Se me pasa. Ya. PUES NO.

21.9.11

Remember 2001


Desperté
y mi cintura
estaba llena de palabras:
de te quieros malditos
de mortales miradas
de tus besos furtivos
entre rimas frustradas.
Desperté
y mi cintura
era una fiesta
con guirnaldas.

18.9.11

Lo sabían

Recuerda que estaba loca por él. Este verano tenía quince años, llevaba el pelo corto, y le habían comprado dos bañadores: uno amarillo flúor (estaban de moda)  y otro verde y naranja en el que se podía leer "Call Me" seguido de un número de teléfono cualquiera. Eran otros tiempos y aquel bañador era políticamente correcto. Estaba delgada, nunca tanto como las demás, pero su índice de masa corporal era más que aceptable.Sin embargo, no tenía ni la más remota idea de aquello. Pero no fue ése el verano en que las cosas cambiaron, eso ya había empezado a ocurrir tres años atrás. Hasta la fecha seguía sin entender cómo funionaban las cosas. Quizá la culpa era del cole de monjas, todas chicas. Los chicos estaban ahí fuera, como los extraterrestes o los fenómenos paranormales.
Estaba loca por él y ya había besado a unos cuantos.  Pero sin éxito. O mejor decir que éxito sí, mucho, demasiado, más del que era consciente y más del que podía comprender. Pero ese verano y ese invierno ella estuvo loca por él. Tenía cinco años más que ella. Era del grupo de los mayores, porque cuando tienes quince años siempre lo son. Tonteaban en la piscina, jugaban en el agua, ella se divertía y poco a poco se fue enamorando de él. Así funcionan las cosas a los quince años. Después todo se complica. Enamorarse es a esa edad una condición necesaria, como el carnet de la biblioteca o del videoclub. Enamorase y luego comenzar a imaginar besos de película, besos con travelling incluído, besos idiotas, mucho. Pero a menudo la realidad cuenta con unos escenógrafos pésimos. La primera vez que la besó estaban en su casa, la de él. La copa Davis, Roland Garros, no, por las fechas debía ser Wimbeldon, sí. La verdad es que ni entonces ni ahora le ha interesado lo más mínimo el tenis. Pero allí estaban besandose en el salón mientras se oía al juez de pista con sus noes recriminatorios. Cinco años a veces significan muchas cosas. Por eso la clandestinidad. Tan inocente como para no vivir aquello como algo de lo que presumir sino más bien como algo secreto, romántico, muy rosa. Las películas de las sobremesas del fin de semana han destrozado más de un imaginario adolescente. Y así fue un par de veces más ese verano. Besos clandestinos, besos y algún codo defensivo porque el amor que imaginaba solo consistia en eso, en besos, muchos besos. Y después movimientos raros, amigos que reprochan pero que reprochaban porque querían lo mismo, lo mismo pero para ellos; amigos protectores pero solo presuntamente. Y entonces, ¿cómo entender nada?¿Cómo saber quien era el malo? ¿Lo era ella acaso?
Tenía quince años y estaba enamorada de él y sí, lo pedía, lo pensaba, lo desaba porque si hubiera nacido cinco veranos antes entoces, estaba convencida, serían felices para siempre. Porque al principio lo que llamos amor se reduce a besos sin más y para siempre. Pero no fue así. Obvio.
Después de ese verano pasó de todo, pasó demasiado, pasó mucho que no hacía falta que pasase y los quince años se convirtieron en un lugar al que no volver jamás, ni siquiera con todo lo aprendido ahora, ni siquiera para tomarse la molestia de editar los recuerdos. Bueno, se decía, pero se deslizaba por un tobogán de desafecto y falta de autoestima. Con todo, aquel amor de quince años resulto inocuo. Lo supo cuando vino todo lo que vino después. Llovió, mucho, llovió todo lo que podía llover y algo más. Y durante años ella sintió que ya no la lluvia, sino un monzón se cernía sobre ella. Bueno, pensó otra vez, en ocasiones, esto es lo que hay. Las niñas buenas van al cielo y las malas, las malas invitan siempre a la última ronda. Con los años, los besos, y las copas se hicieron buenos amigos. Dejó de estar enamorada de él para enarmorarse de otros tantos con intensidad y final similares. Donde hay patrón no manda marinero. Y su patrón se repetía sin descanso. Lo bueno del tiempo, lo mejor que tiene el tiempo es que pasa, con mayor o menor rapidez pero pasa.
Hoy, veinte años después, recibe un mesaje suyo en el móvil.  Lo bueno que tienen los años también es que curan heridas y las suyas hoy, mientras lee su mensaje, le quedan ya muy lejos. Contesta: "Estoy bien ¿y tú? " Algunas conversaciones deberían autodestruirse como los mensajes de los agentes secretos. Justo después de la primera frase. "Me he divorciado, estoy muy bien. Estoy en Alicante. Vente." WTF?!!! Por un momento se siente como una call girl, sí, porque además, mientras hablan o se escriben, lo mismo da, ella está con el mocho (su fregona deluxe ha querido caracterizarse para darle dramatismo a la escena) fregando la casa. Está pensando en su tía, la que dice que no tenía aspiraciones de pequeña y que tras dos neumonías casi ya no le quedan de mayor. Está pensando en que sus aspiraciones son de la última invasión de chinches que invadió su colchón. Porque ahora sí, los únicos vampiros que la liban son pequeños y es legal su exterminio. Mientras tanto él insiste. "Coge un avión. vente a Málaga. Cobarde." Y ella sigue pensando en que acaba de quemar la resistencia de su aspiradora y con ella gran parte de sus aspiraciones. Tengo un trabajo, dice, y al instante se da cuenta de que cada vez se está metiendo más en el personaje. Ahora está en el baño, echando salfumán al inodoro. Lleva una mascarilla puesta. Un cuadro. Pero se revuelve, quizá los vapores del salfuman sean buenos para estos asuntos, y  decide defenderse escribiendo un par de frases rápidas que le den en plena línea de flotación (con los años es una ninja del rejoneo instantáno). El contrataca, rápido, con un par de frases que le hacen parecer sensible. Game Over. El sátiro e finito. Hablan como personas aunque queda claro que tras el divorcio él ya está pesando en la segunda ronda. Pero qué ridículo pretender erotismos tan burdos. Si él supiera que ella está mascarilla en cara y escobilla en mano limpiando el váter...  La conversación acaba y a ella le da miedo salir a la calle: Quizá esta vez los ochenta hayan vuelto para quedarse. La coversación se acaba y ella piesa, mocho en mano, que a este paso lo siguiente será que volvamos a los árboles y que, después de eso, nuestros recién desarrollados pulgares tecnológicos nos devuelvan al modo anfibio. Donde quiera que estén, los dinosaurios se reirán de todos nosotros. En vez de trompetas escucharemos una carcajada interestelar venida de otro plantea. Los dinosaurios lo sabían. Por eso hiceron mutis por el foro. Los dinosaurios, que especie más elegante. Y no como nosotros, los monos.

14.9.11

Las cosas de la vida, las cosas del querer.

Mi equipo financiero está en contacto permanente con las principales bolsas del mundo. No tengo primas de riesgo, solo unas cuantas en Asturias y otra en Madrid y me consta que son buena gente. Siguendo la doctrinas del filósofo Escohotado he comprobado que no hay mal que resista a 36 horas de sueño y un prudente ayuno, y que de la piel pa' dentro mando yo. Yo soy mi estado soberano y no conozco otra frontera que las lindes de mi cuerpo. Dicho esto, acabo de modificar mi constitución y aunque sigo teniendo el mismo contorno de caderas, mi techo de gasto ha sido fijado hoy mismo, y de ahora en adelante a pesar de que a día de hoy es de uralita, confío en que pronto y gracias a las medidas tomadas con la inestimable ayuda de mi equipo financiero, pronto, muy pronto, será un techo con su aislante y una cubierta a prueba de bombas, la envidia de los ingenieros vaticanos. Entonces oireis campanas que nada tendrán que ver con el anuncio de un nuevo Apocalípsis financiero sino la señal inequívoca de que se me han concedido, finalmente y por derecho propio, mi nuevo par de alas. Acto seguido, los océanos se volverán chiquitos y los sobrevolaré todos. Mis superhéroes mientras tanto trazarán nuevos mapas llenos de direcciones secretas donde ser feliz. Dirigiré mi propia compañia aerea de la que seré el único miembro. Hasta entonces, estad tranquilos, yo ya hace un tiempo que soy millonaria, que si de una cosa estoy segura es de que el cariño verdadero ni se compra ni se vende ni se paga con dinero. : )

Try a little tenderness

8.9.11

Las vírgenes encontradas


Como cambia el cuento. El año pasado creía que eran perdidas. Hoy día 8 de septiembre es el día de las vírgenes encontradas, todas ellas en santuarios de difícil acceso, excavados en la roca en lo más alto de altas montañas. Y es mi santo.
Me ha llamado. Me ha dicho que va a intentarlo, que se ha dado cuenta de que se estaba abandonando al sueño, escondida también en un lugar remoto ,tb de difícil acceso. Y me he emocionado. Quiero recuperarla. Necesito recuperarla. No podría haber elegido un regalo más perfecto.

Conociendo a Mastorna

GUIDO


¿Sería ésta la segunda vida, la vida verdadera? ¿Ésta la meta a la que debemos de llegar después de tantos años de miedos, de afanes, de soledad, de dolor? ¿Una vida tan pobre y amarga, todo para llegar a esta fiesta malhadada? ¿Es éste el reino de Dios? (con un grito desesperado) ¡Es imposible! Con todas mis fuerzas, con toda mi pasión, con toda mi inteligencia, con todo mi corazón yo grito: ¡es imposible que la muerte sea esto! ¡No debemos aceptarlo, no podemos aceptarlo!

El viaje de Mastorna. Federico Fellini.