Tras contemplar los zapatos de su pareja, una mujer toma absoluta conciencia de los kilómetros que no van a recorrer juntos. Toma la primera salida de la autopista hacia Oz y delimita que: a) No le interesan las respuestas de un mago impostor, b) el color amarillo no es su color. Y c) De infinitivamente, elige y quiere, le espera, la vía en Rose.
En otro lugar, otra mujer, recupera su sensual swing perdido sobre unos tacones altos, de suicidio. Contra todo pronóstico, una sabia combinación de alcohol, música, baile, calor, el tacto de un hermoso vestido, la mano en la cintura de un desconocido, la caricia extraña de otro que está allí y le susurra algo dulce al oído, la elevan aún más y así, con más, se precipita por el tobogán de lo curvo
dejando en el olvido una estricta verticalidad impuesta y sin sentido.
Solo interesan los pies desnudos para pisar el suelo. Para ser gata que recorre pasillo, pecho, cuerpo, con sigilo. Querida Srta. Plath, no sabe cuanto se equivocaba al lamentar su verticalidad y preferir tan sólo morir de puro horizontal. Mírese ahora. Mejor vertical y que vengan después los camiones de derribo.