Verano de 2008. Vila-Matas viaja NY con motivo de un encuentro con Paul Auster que organiza el Instituto Cervantes. Eduardo Lago, en calidad de director de dicha institución, modera el encuentro. Vila-Matas no habla inglés. Paul Auster no habla español. Se acuerda hablar en francés. Allí ambos escritores se conocen y hablan de como la crítica, en ocasiones, ve similitudes entre el estilo de ambos. Vila-Matas escribe después No soy Auster, un breve relato que recoge un encuentro en el que ambos concluyen no ser el otro. Eduardo Lago escribe en esa época su libro El ladrón de mapas, libro que Vila-Matas termina de leer en su viaje de vuelta de NY. Meses después ya en Barcelona, Auster visita la ciudad y cita a Vila-Matas para comer con él. Vila-Matas conocedor de la visita de Eduardo Lago a la ciudad para promocionar la publicación del manuscrito que leyera en aquel viaje de vuelta, llama a éste para pedirle que se sume a la comida. Vila-Matas confiesa que aunque Auster y él son amigos a pesar de haber hablado de pocas cosas, teme que su cita con el americano se parezca a una cita de amantes, máxime cuando el único idioma posible será el francés, máxime cuando la conversación se vería poblada, pasados unos minutos, de una sucesión de interminables e incómodos silencios. Eduardo Lago, Vila-Matas y Auster se citan para comer. Todo parece trancurrir bien hasta el momento en que un austero Auster denuncia no tener en sus manos un ejemplar de un libro del que le han hablado y que tiene como título Yo no soy ni quiero ser Auster, o algo así. Vila-Matas afirma que el verdadero título es No soy Auster, y que así el título no es posible la ofensa. Risas.
Hoy en Barcelona Vila-Matas presenta el libro de Eduardo Lago y comienza su intervención confensando que no ha preparado nada y que por tanto, todo lo que siga a continuación será pura improvisación...y lo anterior... también. Vila-Matas no es Auster. Eduardo Lago pese a parecer su versión contrahecha no es Induraín y tampoco es Auster. Vila-Matas y Lago comienzan un juego genial de preguntas y respuestas que bien podría haberse dado en la sala de un frenopático entre dos internos que intercambiasen piojos mientras hablan. Y desde ahí al delirio y todos volando sobre el nido del cuco. Y el cuco tampoco es Auster. Vila-Matas pregunta ¿ Por qué siempre te dicen que tus novelas son literarias? y una risa traviesa dibuja su ironía. Arroja el guante ante el editor de Lago de modo impecable. Y comienza el juego. Lago se pierde en un sin fín de anécdotas a cada cual más noble, cómica, sana, natural. Lago es un escritor que escribe porque le sale de dentro. Confiesa que no hay nada malo en ser un escritor malo con éxito, como el mismo John Grisham le confesó de si mismo en una entrevista. El problema, sostiene, son aquellos que son malos, venden, pero les da miedo reconocerse malos escritores porque para ellos, reconocer eso sería reconocer que están solos.
Hablan de Joyce. Vila-Matas sostiene que la primera vez que leyó el Ulises... no entendió nada. Pero la segunda vez... tampoco. Y la vez que estuvo en Dublin, situado en el lugar donde se localiza la primera escena de la primera página, comprendió la primera página sí, pero el resto continuó siendo un enigma. La literatura cambió después de Joyce? Es posible, afirma Lago. Sostiene que Joyce abandonaba el argumento para cantar sobre él, disfrutaba sobre el texto, rompía las reglas. Y eso está bien. Sí, la literatura cambio después de Joyce para todos, incluso para los que nunca leyeron o leímos a Joyce y también para aquellos que habiéndolo leído no entendieron nada. Los efectos secundarios de la literatura son imprevisibles. Y ahí la magia. Los críticos atribuyen a los autores claras influencias de otros autores que nunca leyeron. Y quizá sea posible. Todo es posible en literatura. Y por eso los libros. Amamos los libros porque existen como amamos hasta la muerte a los nuestros por la misma razón. La existencia de los otros, de ese otro que no somos nosotros ni Auster, nos reconcilia con el mundo. Auster no es Vila-Matas, ni Eduardo Lago. Nadie es Auster. Seguramente, el propio Auster se ha acosado más de una noche, en más de un hotel, agotado después de un mal día, planteándose si el mismo es quien dice ser. Ay.
2 comentarios:
Magnífico.
El crítico que llevo dentro nota una cierta influencia vilamatiana... ;)
Por cierto, justo el otro día leí esto.
Qué cosas.
Gracias!
Yo vine a BCN después de una charla de J.A. sobre el posgrado de la Pompeu.
Qué cosas, sí. ;P
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