Cuando uno ha visto Viven, coincidir en un avión con un equipo de rugby chileno resulta, cuanto menos, inquietante. Eso fue, precisamente, lo que me ocurrió ayer de regreso delabodademiprimaehhhhhhh... Macarena! o Lola que así es como prefiere que la llamen. "No me llames Dolores llámame Lola", dice ella, como en la copla. Estaba tan bonita y tan feliz.
Han sido días agotadores de cacerías nocturnas en casa -porque ahora lo sé: alguien juega a Jumanji en mi salón-, y búsqueda de piso, hasta el jueves, cuando finalmente encontré una casa más grande en el centro a que compartiré con mi madre, que la vida son dos días y se viene a Barcelona. Y luego ya veremos... Así que esta semana toca mudanza. El delirio. Yo que casi no siento hoy mi cuerpo de...bueno, iba a decir de cintura para abajo pero bien podría empezar desde los hombros. Mi reino por un masaje y unos mimos. Ay.
Pues eso, con el cuerpo para desmontarlo a rosca y dejarlo descansando por partes sobre una sábana como un coche que pasara la ITV. Están bien los tacones pero se hicieron para tener chófer y doncella que te los quite y te los ponga, sobre todo a partir de los 10 cm de tacón. Yo iba con la esperanza de despeñarme entre tanto médico, ser rescatada por un fornido traumatólogo asturiano pero nada de nada. Tanta gente perfecta y yo allí, mirando, envidiando la felicidad de todos y soñando con conquistar la mia propia. Pero para que engañarnos, pese al esfuerzo realizado, después de repartir sonrisas como Obama papeletas, el único contacto físico que tuve este fin de semana fue con la poli que me cacheo en el aeropuerto antes de embarcar con los chilenos. Un sueño. Maldita verticalidad que a galeras me condenas.
Y así están las cosas unas moradas y otras rosas,
quien la sigue la consigue y quien no llora no mama.
Hoy no me tocó el millón en la máquina del bar y
lo volveré a intentar te lo juro calamar.
Ay.
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