no te ciega la paja
que cualquier viento arrastra en molinetes desde el almiar.
Sabes pensar, y lo que piensas, dices
con parecido orgullo al de Sansón y su sombría
finalidad; y nadie osaría pedirte que te callaras.
El orgullo te sienta bien, pájaro colosal, tan engreído.
Ningún corral te da una absurda apariencia;
tus garras de bronce son firmes contra la derrota.
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