9.12.09

La vocación inversa de afirmar

"Llegó a Nueva York y la ciudad le gustó todavía más que en las películas. Aceptó provisionalmente un trabajo en una escuela de dibujo: sería algo transitorio, mientras empezaban a llegarle los encargos de las grandes revistas, que entonces vivían en una edad de oro, Harper's, vanity Fair, THe New Yorker, Esquire. En Alemania, en toda Europa, sus ilustraciones eran célebres, y le permitían ganar mucho dinero. En Estados Unidos, con una cultura visual mucho más moderna y potente, el triunfo estaba asegurado. [...]
Con lento asombro, con indicios graduales, con una decepción que no parece contaminada de amargura, fue descubriendo el fracaso, aclimatándose un poco a él. [...] Había creído que no le costaría nada adaptarse al estilo más franco y menos tortuoso, también más utilitario, de las ilustraciones de las revistas americanas: descubrió que esa felicidad le era imposible.[...] Tenía que dar clases de dibujo, aprender paciencia y mansedumbre, resignación al silencio de las cartas que se quedaban sin respuesta y a la humillación de llamar repetidamente a editores que no estaban nunca [...]. Ahora descubría la vocación inversa de afirmar. La intemperie nocturna de las ciudades y la claustrofobia de las habitaciones alumbradas por bombillas habían sido los espacios de su imaginación. Ahora se descubría a sí mismo apreciando la claridad del día y las amplitudes de la naturaleza americana."


Antonio Muñoz Molina, Triunfo y fracaso de Geroge Grosz. El País, 2009.

1 comentario:

g dijo...

Inmenso siempre.
No dejo de maravillarme ante la forma en que escribe sobre conceptos tan complejos, tan inasibles con una precisión y una fluidez que por eso mismo parecen extraterrestres.
Este artículo es devastador.