Como si la policia hubiera llamado a mi puerta, como en las películas:
Es usted, Usted?
Sí, soy Yo.
Ha muerto.
No. No es cierto.
No es verdad. Lo han escrito en los periódicos pero no puede ser verdad. ¿Qué necesidad tiene nadie de que algo así sea cierto? Dicen que es esto lo que le pasa a los que se quedan. Pero ¿ Hemos de ver como la geografía emocional de toda nuestra vida va colándose por las grietas hacia otra dimensión? Qué pasó la semana pasada, qué está pasando ésta. ¿Acaso alguién ha decidido hacer limpieza?
Recuerdo el ejemplar de Inventario que compartía con mi hermano, y cuyo lomo tuvo que sujetar con scotch, un sobrante de cuando nuestra madre trabajaba en 3M. Sin embargo, muy en su línea, compró un ejemplar nuevo para que el otro, ya destrozado, pudiera descansar en la estantería. Y después seguimos. Suma y sigue. Y nuestra biografía amorosa se fue plegando a muchos de sus versos. Y nuestra soledad aprendió a consolarse en el jardín botánico, a esperar la esperanza convertida en piedritas en la ventana ( a pesar de vivir en un sexto). Supimos de Juan Helman y de Roque Dalton, entre otros tantos.
Mi hermano era el mayor. Al principio era él el que compraba los libros, los discos. Yo empecé más tarde. Pero él se encargó siempre de que no hiciera falta esperar. A veces siento que se está borrando nuestra historia. Y salgo a comprar el siguiente libro de poemas o el siguiente disco para dejarlo sin abrir pero para llevarlo a casa, para poner nuestra memoria a salvo. Para hacer como si no se notara, para hacer que no se note. Para ignorar que alguien ha escrito en los periódicos que ha muerto y que otros siguen cayendo en la misma trampa.
Te lo dicen y no te lo crees. Es lo que suele pasar. Y te acuerdas de aquella canción que... o aquel poema que... y qué decir del cubierto que sobra en la mesa, la broma que ya no se puede compartir o el cabreo que nada le importa a las paredes de todas esas casas que no saben nada de lo vuestro.
Te lo dicen y no te lo crees pero en el breve espacio que eliges darte cuenta, duele como si lo fueran a prohibir.
Una lástima, Don Mario. Si no le importa, dele recuerdos. Viniendo de usted, estoy segura, sabrá agradecérselo.
3 comentarios:
Ay, ese cubierto de más.
Un abrazo, querida.
Justo lo que necesitaba.
Algún día tienes que leer El mundo que vendrá, de Dara Horn. Te encantará. Al margen de la trama aparente, que tiene su gracia, traza una reflexión bellísima, inspirada en la tradición espiritual judía pero muy sui generis, acerca del lazo inextricable entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y de cómo éstos siguen velando por sus seres queridos, tramando parte de su devenir...
Un gran abrazo,
P.
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