Suena a canción de grupo pop de los '80 pero es cierto: en 2006 no eres nadie si no has estado en Punta Cana. En principio, el verano es para viajar en grupo o en pareja, tomar el sol hasta el tumor, comer tarde, dormir aún más tarde y, fundamentalmente, follar en grupo o en pareja, mientras tomas el sol por el día o por la noche. Pero ¿ si estás solo?. Tremendo drama.
Se denomina single al soltero para darle un toque fashion pero en el fondo, en nuestra sociedad, un single es el equivalente al calcetín que sobrevive a la colada en el fondo de la lavadora, un single es como los calzoncillos de Día, las bragas de cuello alto y el color carne. Una agencia de viajes que se precie de serlo desprecia al single por sistema, salvo en los casos, claro está, en que el single esté dispuesto a asociarse con otros singles para entregarse con frenesí a las actividades veraniegas anteriormente citadas.
Así las cosas, me fuí a Cadiz dos días con una amiga. Nuestra habitación parecía haber sido diseñada por Ortega Lara. Si girabas sobre ti mismo en la ducha, el agua fría se volvía caliente por efecto de tu cintura sobre el grifo. Si querías abrir la puerta del baño para no morir presa del vapor de la ducha tapabas la pantalla del televisor. Fue así como aprendí, insipirada por el espíritu de Catherine Zeta Jones en La trampa, a moverme cual experta contorsionista en espacios reducidos.
La gente que va a Punta Cana vuelve contando que vió peces de formas y colores inimaginables, paisajes y puestas de sol maravillosos... Yo conocía una chica que no sabía que la parte del brazo entre el codo y la mano se llamaba antebrazo y a otra que me pareció que pensaba que los calamares viven en nuestros mares ya en forma de anilla.
Como si Saussure le hubiese robado el gorro rojo al capitan Cousteau quedé fascinada al borde de aquel océano de feliz ignorancia. Sentí la tentación de unirme a sus filas. Me noté paralizada frente aquel espectáculo. Cual rodaballo babeante vi pasar mi futuro frente a mí: veranos en Punta Cana, sexo sin fronteras, mi valía profesional justamente recompensada...¿ la felicidad era esto?
Quien sabe si por suerte o por desgracia una mudanza en Madrid me esperaba con los brazos abiertos para recordarme mi sino fatal. Conseguí zafarme unos días en las fiestas de la sierra. Mi momento preferido: cantar Love Boat en lo alto de un contendor de basura mientras era deslizada por la plaza por mis compañeros de derrame cerebral. En momentos así uno entiende como se orginan los suicidios colectivos.
Pero algunos no estamos diseñados para bajarnos de contendores de basura sin precipitarnos contra el suelo de manera violenta. Aprendí entonces que autolesionarse no es divertido y confirmé lo que ya sabía: estoy incapacitada para el salto, la carrera y la felicidad de modo constante.
Siempre nos quedará el síndrome post-vacacional.
C.
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