16.9.06

cajón desastre: Princesas en Madrid (invierno 2005)

Sucede y ya está. Cuatro días, cuatro horas, cuatro cervezas o quince minutos. Puedes enamorarte de una ciudad aún sin llegar a visitarla. Puedes pisar por vez primera una ciudad que no conoces y que tu primer paso te pese cien años. Hay también quien viaja solo por seguir caminando.

Sucede y ya está. Sucede y te enamoras de las calles más oscuras, de los garitos más tristes, de las gentes más extrañas. Te enamoras de una tienda que todo el mundo conoce que está junto a una plaza que todo el mundo conoce, pero que se conviene no compartir.

Sucede y ya está, la gente se enamora de ciudades a las que nunca vuelve, de personas a las que nunca vuelve, la gente se enamora de ciudades o personas en cuatro días o en cuatro horas y a veces se enamora durante sólo cuatro días, cuatro horas, cuatro cervezas, quince minutos, un beso.

La gente se enamora.

La gente calla.

La gente es tonta.

Las calles de una ciudad de la que te enamoraste te incitan, te llaman, te hacen escribir un domingo cualquiera. Te hacen escribir de una ciudad el día que yo ocupo esa ciudad.
Hablas de una ciudad de la que te enamoraste en cuatro días a una mujer de la que hubieras sido capaz de enamorarte en cuatro cervezas si hubieses estado de verdad en Madrid.
Te habrás enamorado de la tienda, de la plaza, de los garitos más tristes y las calles más oscuras quien sabe si por cuatro días, cuatro horas, quince minutos. Te habrás enamorado de una ciudad pero no de un beso, ni de mí.
Porque ya no quedan princesas en Madrid.

C.

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