4.10.11

FUMIGACIÓN INMINENTE

Que yo recuerde, ni siquiera en mi adolescencia tuve tanto pánico a los puntos negros. Han pasado los años y aunque mi cutis no reviste gravedad, la visión de cualquier punto negro en mi pared hace saltar todas mis alarmas. Mis queridas amigas, mis compañeras de piso, esas grandísimas hijas de su especie, las chinches, han tomado la casa. Ahora me arrepiento de no haberle hecho ascos a nada nunca. Por eso he decidido volverme escrupulosa. A partir de hoy, os lo advierto, todo me dará asco y no intentaré acostumbrarme a nada. Esta actitud samurái tan mía me acabará obligando a darle las llaves a estas bichas y mudarme a otro lugar más apacible. Con todo soy feliz, sí, desesperadamente feliz porque con esta querencia mía a la catástrofe podría vivir en un clima tropical y tener lianas y vegetación extraña colgando desde el techo; podría vivir cerca del mar y tener una casa imán de tsunamis; o ser carne de tornado o de esa combinación tan cuca que es la de tornado y tsunami y que eleva a otro nivel la expresión "quieres arroz pues toma dos tazas".Qué hartura. Estoy cansada hasta de hablar del tema. Pero me debo a mi público. Ahora que la fumigación es inminente  os informo de que una vez superada esta etapa, las siguientes entradas volverán a uno de esos temas que sé que os arrebata: mis dientes. Sería poco considerado por mi parte ya que me habéis acompañado hasta este punto que no os contara en que queda la Operación Final o lo que es lo mismo: la colocación de mis dientes definitivos.  Estoy segura de que este capítulo estará lleno de situaciones trépidantes aptas para los públicos más exigentes. Y para añadir más emoción al asunto os garantizo que será en octubre, que lo de hacer las cosas por etapas no es para mí. Qué Benjamin Button me siento, dios de dios, de la puesta de dientes al horror a los puntos negros adolescente. Échaleguindasalpavopavo.com. Va por ustedes.

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