Poco a poco las persianas de mi patio van abriendo los ojos. Es verano y apenas parpadean. Casi todas las ventanas duermen. Sin embargo, aún permanecen abiertas pequeñas tramas vecinales. La niña de seis años que es pura energía y que desgasta la paciencia de sus padres; el señor Arrugas, un hombre mayor que vive solo y que también elige las tardes para sentarse en una silla en el balcón situado frente al de la niña, con una serenidad que solo los años hacen posible. De alguna ventana del fondo llegan aires de reggaeton, el más hórrido de los ritmos latinos, el único sonido capaz de viajar a una velocidad superior al resto, un sonido para ser escuchado sin excepción. Una música que de haber sabido que sería creada hubiese sido motivo suficiente para hundir la Pinta, la Niña y la Santamaría de un cañonazo. Afortunadamente, algunos días se escucha el piano de otros vecinos de la orilla izquierda del patio. Incluso he creído detectar a una cantante de ópera muy al fondo. Tendré que esperar a septiembre para que vuelvan todos a salir a escena. Mientras tanto, las turbinas de la cava de jamones siguen girando y, por las tardes, emana cierto olor a ibérico de lo más agradable (a veces, las cosas se vuelven mejores por eliminación). Es entonces cuando algunos vuelven de la playa y cuelgan toallas y bañadores en las cuerdas esperando a mañana. Después llegarán las cenas, la luz en los salones, algún intento de aplacar el calor agotando las palas de los ventiladores. Cuando todo fracase será el momento del sueño, del caer de persianas y pestañas, el momento en el que todos, poco a poco, iremos cerrando los ojos y las ventanas.
Disfruto de esta rutina.
3 comentarios:
como me suscribo a ti?
Como me suscribo a ti?
como me suscribo a ti?
Publicar un comentario