Tuve que pedir que me las trajeran
porque no las tienen en ninguna tienda.
Son iguales que cualquier otro par de gafas de sol
con un ligero tintado y montura plateada,
pero en vez de filtrar los rayos
nocivos del sol,
filtran la nociva vista de tu presencia-
tú acercándote,
tú esperando en mi parada de autobús,
tú, ese rostro en la ventana de la tarde.
Me las pongo todas las mañanas
y salgo por la puerta pequeña
silbando una melodía de agradecimiento a mi nariz
y mis orejas por sujetarlas en su sitio, sólo por eso,
cantando una canción de gratitud
para el mecánico de los cristales
que permiten que todo penetre, todo menos tú.
Cómo notan la diferencia
entre los verdes arbustos, los muros de piedra,
y tú, escapa a mi imaginación,
sin embargo las luces de los autobuses escolares bajo la lluvia
sí que penetran, así como el cartero cuando saluda con la mano
y la perra del vecino con su cachorra,
y también está la tetera
a punto de tocar su acorde-+
todo fluyendo hacia dentro menos tú, niña.
Sí, igual que el aire de la noche atraviesa la puerta corredera,
pero no el mosquito,
y el agua baja como remolino por el desagüe,
pero no la cáscara de huevo,
así atraviesan mis gafas especiales
la parra que crece y la luna, pero no tú.
Dejémoslo así, me digo a mi mismo,
cuando coloco mis gafas especiales en la mesilla de noche,
tiro del cordón de la lámpara,
y rezo una plegaria -a diferencia de la canción-
que dice que no te veré ni en mis sueños.
Billy Collins.
1 comentario:
Me parece muy interesante!
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