dijo que sus cabellos eran serpientes
invisibles para los demás
pero capaces
de escupir fuego invisible
que todo lo incendiaría.
No quedaron petrificados
sino que le administraron
la droga de la verdad
que casi siempre garantiza
que el paciente así tratado
dirá la verdad
Se cuenta que ella no se retractó
De aquella clínica sólo queda un montón de cenizas.
Erich Fried, Cien poemas apátridas.
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