18.8.08
Antes de que anochezca
Son las 4:37h. y están poniendo esta película. No me lo puedo creer. Debe ser una señal. Una buena señal. Debería dormir. En tres horas me voy al aeropueto. Lástima.
Las vacaciones de G.
Cuando conocí a G yo era un edificio que necesitaba ser demolido. Habían pasado ya unos años - aún hoy soy incapaz de recordar cuántos- desde que en el corto periodo de nueve meses perdiera a mi padre a mi abuela y a mi hermano. Ellos tres conformaban tres tercios del cuarteto de amor incondicional de afecto que había dibujado mi vida hasta entonces. Quedaba mi madre. La mujer más fuerte del mundo. Mi wonder woman de salón. Una mujer que se sorprende todavía ( creo que sólo han pasado tres años) cada vez que siente que no ha conseguido superarlo. Su instinto de supervivencia se pronuncia inasequible al desaliento. Y la admiro por eso. También me rompe por dentro, para qué engañarnos. Yo misma no sé dónde ha ido a parar la cuota de dolor que me tocaba sentir ante semejantes acontencimientos. A veces creo que no la he sudado del todo, que la reprimo y hay días que mi tristeza cotidiana se suma a esta tristeza presuntamente catártica y también, como no, a mi tristeza de siempre. Cuando eso ocurre la realidad me abandona. Me provoco entonces un estado de ensoñación nada bucólico, más bien macabro que en nada ayuda a sentirme mejor. Conocí a P. que me mal trató que es lo mismo que decir que me trató mal. Pero de todo lo malo que yo hubiese podido hacer por mi misma, y reconozco que para eso todos tenemos talento, no fue la peor ecuación. Pero estuvo más que cerca. Antes que G. la vida me regaló a E. mi pequeña E, y con ella llegó la corriente de afecto más incondicional. Después del dolor, casi antes de extirparme a P. llegó a mi vida G. y con ella la conciencia de que es posible reconstruir un país en ruinas. O una vida. Se puede perder una vida pero hay otras. No te mueras sin decirme a dónde vas. Hay otras vidas en ésta. La vida que detesto es un profesor que utiliza una regla de madera para golpearnos de vez en cuando. Pero después aprendemos. Después del dolor, recordamos. Después del dolor llega la lucidez. Aquello que necesitábamos para respirar deja paso a nuevas formas de encontrar aliento. Y aparecen los amigos de siempre y los nuevos amigos. Y aprendemos. El miedo a la pérdida de lo que amamos es un tatuaje indeleble. Descubrimos el miedo a olvidar. "Nada de lo que sucede se olvida jamás, aunque no puedas recordarlo". Descubrimos cápsulas de oxígeno escondidas en las películas que no conocíamos antes. Y los nuevos amigos. Amigos que nos gritan cuando no nos ven, cuando nos alejamos, cuando elegimos quererlos desde la distancia para que nuestro cariño no los toque y quizá los condene, maléficamente, a alejarse de nuestra compañía. Amigos como G. que me conoció cuando yo no era más que un edificio que necesitaba ser demolido. Para empezar de nuevo. Llena de esperanza. G. es un libro que mira al mundo. Por eso la foto. Las vacaciones de G. Mi alegría antes de cerrar las maletas. Me quedan dos semanas de vacaciones. Tiempo de encontrar mi propia foto. Y cómo no... Ay.
14.8.08
Vacaciones
Por fín llegaron las vacaciones. La primera semana en la playa ha estado bien. Sol y lectura. Leer frente al mar hasta que llega la noche. Todo un descubrimiento. Salí el viernes pasado de la oficina como alma que lleva el diablo. Las primeras noches cuesta desconectar pero depués poco a poco ha ido llegando la calma. Me quedan dos semanas: una en Gijón y la otra en Madrid. A ver qué tal...
8.8.08
7.8.08
Sobre llorar
Me inoculo canciones,
cápsulas de ti,
tristes placebos
de mi nostalgia.
Contrarío a los médicos,
no tengo lágrima.
Yo misma.
Not enough.
Monótono horror o síndrome prevacacional
"Después de las últimas semanas, sentía que las desesperanza no era la respuesta. Nunca lo había sido. En aquel mundo de monótono horror no había salvación en los sueños. Podía adaptarse al horror. Pero la monotonía era el mayor obstáculo, comprendía ahora. Y esa comprensión lo tranquilizaba de algún modo, como si hubiera puesto todas las cartas sobre su mesa mental, y la hubiese examinado, ordenando al fin el juego.
El entierro del perro no había depertado en él la desesperación que había temido. En ciento modo había sido como enterrar esperanzas y excitaciones vanas. Había aceptado así su prisión, sin intentar imposibles escapatorias, ni golpear inutilmente los muros.
Y así, resignado, volvió al trabajo. "
Soy leyenda de Richard Matheson
Codex Seraphinianus
Creo que aquel domingo no compré el El País pero recuerdo perfectamente la impresión que me causaron aquellas ilustraciones describiendo una naturaleza imposible. Recuerdo haberlo comentado con G. Y esta mañana M. ha recibido esta imagen y nos hemos puesto a recopilar más información, hasta llegar de nuevo al reportaje de ese domingo que, casi con seguridad, estaba en casa sin nada que hacer y sin ganas de hacer nada.
http://en.wikipedia.org/wiki/Codex_Seraphinianus
5.8.08
Martes con L.
Los martes como con L. Hablamos. L. me hace preguntas, me pide ayuda para recordar cosas porque dice que tengo buena memoria para los detalles. Y así vamos. El pasado martes rescatamos, entre los dos, la canción del anuncio de Freixenet cordón negro. Una canción de Coco Steel & Lovebomb - Yachts. Eso fue lo que descubrimos
L. es un gourmet del jazz. Hoy, mientras una Walkiria disfrazada de camarera nos sirve el gazpacho y la ensalada le hablo del artículo de Muñoz Molina de esta semana en Babelia en el que cuenta una anécdota de Thelonious Monk. L. no lo ha leído. Se lo paso cuando volvemos a la oficina. " Casi se puede oir el ruido de las copas chocando, el murmullo de la gente, casi se huele el humo de los cigarrillos", me dice después de leerlo. Y sonríe. Me cuenta como Thelonious Monk se movía en el escenario, cómo se levantaba y abandonaba el piano para luego volver corriendo y seguir tocando. Un tipo enorme que vestía los sombreros más extraños. Un buen día, decidió no volver a tocar y así siguió, sin tocar una nota durante los diez años siguientes. Luego murió. Nos imaginamos cómo serían aquellos aburridos cumpleaños, el desconcierto de los amigos de Monk ante su silencio. L. se rie. " Te lo imaginas?", me dice. Y sigue sonriendo fascinado por lo absurdo de aquella escena. L. es un coleccionista de lo absurdo. Le maravilla. El vio una actuación de Monk en directo. Me describe como el saxofonista seguía a semejante loco en sus improvisaciones. Sobreviviendo a lo que dieron en llamar free jazz.
Silencio.
Pienso en " El perseguidor", el cuento de Cortázar sobre Bird, recuerdo una conversación sobre la película de Clint Eastwood. Recuerdo el vinilo que escuchaba de pequeña sin descanso conmovida por todo ese dolor evaporándose en cada giro del disco. Pienso en mi hermano. En el color azul marino, profundo, oscuro. Pienso en todo esto pero no se lo digo. L. me da otro artículo "De poetas y aviones". Pero esa es otra historia.
L. llegó a España en el 75, dos meses después de que yo naciera, de que yo llegara tb a este país. Y me alegro. Es el tipo de coincidencias que hacen que la vida valga la pena. Ay.
L. es un gourmet del jazz. Hoy, mientras una Walkiria disfrazada de camarera nos sirve el gazpacho y la ensalada le hablo del artículo de Muñoz Molina de esta semana en Babelia en el que cuenta una anécdota de Thelonious Monk. L. no lo ha leído. Se lo paso cuando volvemos a la oficina. " Casi se puede oir el ruido de las copas chocando, el murmullo de la gente, casi se huele el humo de los cigarrillos", me dice después de leerlo. Y sonríe. Me cuenta como Thelonious Monk se movía en el escenario, cómo se levantaba y abandonaba el piano para luego volver corriendo y seguir tocando. Un tipo enorme que vestía los sombreros más extraños. Un buen día, decidió no volver a tocar y así siguió, sin tocar una nota durante los diez años siguientes. Luego murió. Nos imaginamos cómo serían aquellos aburridos cumpleaños, el desconcierto de los amigos de Monk ante su silencio. L. se rie. " Te lo imaginas?", me dice. Y sigue sonriendo fascinado por lo absurdo de aquella escena. L. es un coleccionista de lo absurdo. Le maravilla. El vio una actuación de Monk en directo. Me describe como el saxofonista seguía a semejante loco en sus improvisaciones. Sobreviviendo a lo que dieron en llamar free jazz.
Silencio.
Pienso en " El perseguidor", el cuento de Cortázar sobre Bird, recuerdo una conversación sobre la película de Clint Eastwood. Recuerdo el vinilo que escuchaba de pequeña sin descanso conmovida por todo ese dolor evaporándose en cada giro del disco. Pienso en mi hermano. En el color azul marino, profundo, oscuro. Pienso en todo esto pero no se lo digo. L. me da otro artículo "De poetas y aviones". Pero esa es otra historia.
L. llegó a España en el 75, dos meses después de que yo naciera, de que yo llegara tb a este país. Y me alegro. Es el tipo de coincidencias que hacen que la vida valga la pena. Ay.
Rojo
Rojo ha vuelto de sus vacaciones y, como siempre que está relajado, escribe sobre música, transformaciones y mucho más.
http://blogs.elpais.com/el_rincon_del_distraido/2008/08/una-transformac.html#more
http://blogs.elpais.com/el_rincon_del_distraido/2008/08/una-transformac.html#more
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