9.7.12

Sola, ¿qué tal?

Necesitaba un sofá, un par de taburetes, encontrar una buena oferta para unos muebles de jardín. Fui el viernes a primera hora de la tarde a IKEA. Valiente. Tomé mis referencias, hice mis preguntas y descubrí que sólo quedaba una funda azul turquesa para mi sofa. Fingí indiferencia. Rápidamente bajé a la zona de recogidas. Poco a poco, disimulando entre la vegetación de la última sala, avancé por el pasillo 6 hasta el nº55 para descubrir que si me hubiese puesto histérica quizá hubiese tenido una oportunidad. Ante todo mucha calma. La funda Alme, neutra, como era de esperar no estaba bien ni mal, era de un no color pero suficiente para cubrir la estructura. Le pedí a un "superfuerte" con camiseta amarilla que me subiera el sofá al carrito. Lo hizo y me dejó en el pasillo abandonada con mi carga. Pero no, no me amilané y seguí con mi objetivo. Perdidas las referencias de los muebles, intactas las espacio-temporales, y sudando ya como toca en estas grandes superficies, me fui al pasillo opuesto por mis dos taburetes. Bien. Los puse al lado del sofá. De repente, divisé una mesa de jardín extensible hasta 2,60 metros a un precio de risa y decidí previa consulta con mi mecenas en este artículo, cargarlo también. Más complicado. La mesa pesaba un kilombo y a duras penas conseguí subirla al lateral del carrito. Mientras, como pasa tanto en estos días, las parejas me pedían que dejara de impedirles el paso de camino a la caja. Y yo, una suerte de luchador de sumo y contorsionista, intentaba subir los bultos al carrito... sin frenos. Quedaban las sillas. Seis sillas de forja y madera a razón de 9,99€ pieza. y, muy importante, plegables. Cualquiera hubiese visto claro que era el momento de coger otro carrito, cualquiera que fuese, por ejemplo, amigo de Bob Esponja y tuviera ocho tentáculos en vez de brazos. Al no ser el caso, decidí continuar con mi monoplaza y cargar sobre el sofá las seis sillas y una pequeña salamdrita de peluche encima de estas... por joder. Y así, como un costalero de la virgen de los solitarios, me fui poco a poco, MUY poco a poco acercando a la caja. Detrás de mí una señora con 1 cojín para silla de jardín y a ambos flancos dos cajas exprés para aquellos con menos de 10 artículos. Sin embargo, ella permaneció inmutable detrás de mí. Llegó mi turno, pagué, le aclaré a la cajera que por más que rodeara mi construcción no encontraría a nadie y que dejara de hablar en plural y que por supuesto, no había traído coche. Abadoné la caja mientras la cajera sacaba el cuerpo y me decía: venga valiente, que lo vas a conseguir! faltó que alguien se me echase frente a mi "paso" a cantarme una saeta. Llegué a la zona de envíos. Me separé un metro a coger mi turno. Me separé un metro y sobreviví porque justo en ese momento, las sillas decidieron precipitarse contra el suelo. El estruendo fue tal que como en un musical toda la actividad de IKEA cesó en ese momento. Sólo se vió mi corazón cayendo del cielo como un cohete que desciende vertiginoso después de explotar en el cielo. Viva, fui rescatada por un mozo no tan mozo con cinta americana que ató las sillas al resto del equipaje y me dijo: "Esto ustedes tienen que ponerlo en dos carritos." A lo que me vi obligada a contestar: Pues no hay "ustedes" solo yo, así que se queda en un carrito". Quientemealloboferoz.com  Y así, después de pagar un pastizal por los portes fue como cogí mi autobús, a salamaquez y me fui a casa. Sola, ¿qué tal? Estupeda, oye.

1 comentario:

g dijo...

Voy a acabar pagando para que te sigan y te graben.
Lo que me he reído...
Claro que estupenda, joder.