27.10.11

Es un luchador

En ocasiones, la vida nos obliga a fingir indolencia. Ocurre por saturación. No sabía en qué momento del combate habían cerrado sus brazos, cuándo había empezado a sentir la tensión de las cuerdas lacerando la piel de su espalda. Enrocado tras los guantes, estaba a decidido a consumir su voluntad resistiendo los golpes de su adversario, un enemigo a las puertas. Era consciente de que si cedía a los aldabonazos su cara saludaría un gancho directo que acabaría por proyectar su barbilla dibujando una elipse imposible. Eso, desde luego era en lo que pensaba mientras aguantaba los primeros golpes; Con los siguientes el contrario se difuminó, la masa, el público con él. Resistir era una cuestión de armonía.

Necesitaba ganar tiempo, tiempo para no solo acopiar todas las fuerzas sino el coraje, la determinación necesaria para, con un movimiento preciso, agudo, deslizar el brazo derecho, sirviéndose de la viscosidad propia de los guantes a estas alturas de la pelea, hasta el vientre de su oponente. Un golpe seco, un giro rápido y ganaría la ventaja del espacio abierto.

“Piensa , piensa. Vas a dejar que te venza? Haz que su vanidad lo confunda, deja que salga, que crea que te tiene vencido, que crea que a fuerza de golpear acabará por saludar con su puño a tu barbilla haciéndola dibujar una elipse imposible. Resiste, llévale ahí, recuerda que lo importante es amortiguar el ritmo de sus golpes, que cuando tu pecho se venza levemente hacia el frente para recuperar tus pulmones, busque el impacto; finge sorpresa y repliégate representando el fracaso de tus fuerzas. Resiste. Vamos. Puedes hacerlo. Recuerda lo que has aprendido en tantos años sobre el cuadrilátero, cable rojo o cable verde, tienes que desarticular su estrategia y tan pronto lo hagas golpear sin clemencia. “

Sabe que ése es el secreto. Sabe que va a lograrlo. Vencerá. Su compañero en el ring tambien lo sabe pero justo ahora empieza a confiar en que quizá esta vez, quizá por una vez, podría invertir la estadística, hacer ganar dinero a los insensatos que se atreven a apostar por su 50-1 Sabe que le va a ganar, sabe que solo puede seguir golpeando, caer en todos los tópicos, instar a su puño a que haga las veces de ariete. Sabe que cualquier día,incluso al momento siguiente, puede acabar contra las cuerdas. Pero ahora confía, necesita confiar en que puede vencer las defensa, esos dos haces verticales de músculo que le cierran el paso hacia el siguiente combate.

Ya no recuerda ni cómo empezó en esto, hace demasiado, ni siquiera recuerda como era originariamente su nariz, esa oda al cubismo cincelada a golpes de malas decisiones. Pero a ella le gusta, piensa. Se prepara. Ya está llegando el momento. Si o no es ahora una pregunta que solo puede responder él. Poco a poco regresa el ruido de fondo, se disocia, escucha la voz de su entrenador por encima de las del resto, nota el calor de la tela, el cuero, la respiración de el joven boxeador con el que hoy pelea. Respira , huele, siente en su paladar la confianza del novato y sabe con precisión de cirujano que ha llegado el momento del golpe final. Morir o vencer a la muerte. Luchar y ganar. Venimos desde muy lejos para rendirnos ahora. Bip-bip-bip “así, debo seguir el ritmo primero y después…”

-Después, señora, con el paso del tiempo, si se mantienen sus constantes como hasta ahora, confiamos en que su marido salga del coma.

- No me preocupa-dice ella- Mi marido es un luchador.

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