Cosimo Piovasco di Rondò, a sus doce años, es el heredero de la baronía de Rondò, un territorio situado en la frondosa Liguria del siglo XVIII. Como actitud rebelde ante el mundo de los mayores, se niega a comer caracoles (en realidad, se niega a compartir mesa y mantel con los mayores) y deja a su familia con tres palmos de narices: su hermana mayor, una auténtica freakie avant-la-lettre; su hermano pequeño, cronista "imparcial" en primera persona de esta historia; su padre, un sinsustancia eclipsado por su señora esposa, una prusiana de modales prusianos; su tío, un abogado e inventor que residió en el Imperio otomano y que siempre viste a la turca... Contra este estado de cosas clama Cosimo encaramándose a un árbol y adoptando la decisión de no bajarse jamás... Lo cual cumple escrupulosamente. Nuestro Tarzán de los Alpes se erige en amo y señor de los bosques de la zona, y queda marcado por un temprano amor platónico (más tarde, carnal, muy carnal), la rubita Viola Ondariva, que le hace reafirmarse en su idea de permanecer por siempre jamás en lo alto de los árboles.
3 comentarios:
Como el Barón Rampante, de Calvino...
P.
El Barón Rampante!
Aaah...
Cosimo Piovasco di Rondò, a sus doce años, es el heredero de la baronía de Rondò, un territorio situado en la frondosa Liguria del siglo XVIII. Como actitud rebelde ante el mundo de los mayores, se niega a comer caracoles (en realidad, se niega a compartir mesa y mantel con los mayores) y deja a su familia con tres palmos de narices: su hermana mayor, una auténtica freakie avant-la-lettre; su hermano pequeño, cronista "imparcial" en primera persona de esta historia; su padre, un sinsustancia eclipsado por su señora esposa, una prusiana de modales prusianos; su tío, un abogado e inventor que residió en el Imperio otomano y que siempre viste a la turca... Contra este estado de cosas clama Cosimo encaramándose a un árbol y adoptando la decisión de no bajarse jamás... Lo cual cumple escrupulosamente. Nuestro Tarzán de los Alpes se erige en amo y señor de los bosques de la zona, y queda marcado por un temprano amor platónico (más tarde, carnal, muy carnal), la rubita Viola Ondariva, que le hace reafirmarse en su idea de permanecer por siempre jamás en lo alto de los árboles.
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