Las divisiones del tiempo han sido dispuestas de manera que podamos sufrir un sobresalto o sorpresa cada vez que algo se reanuda. El fin del Año Nuevo no es un año nuevo. Es tener nueva alma y nueva nariz, pies nuevos, nueva espina dorsal, ojos nuevos, oídos nuevos. Es mirar por un instante una tierra imposible. Es que nos resulte de todo punto asombroso que el pasto sea verde en vez de tener un razonable color púrpura. Es que nos parezca casi incomprensible que haya árboles verticales que broten de una tierra redonda en lugar de tierras redondas que broten de árboles verticales. El fin de las frías y duras definiciones del tiempo es prácticamente el mismo que el de las duras y frías definiciones de la teología: despertar a los hombres. Si un hombre cualquiera no fuera capaz de adoptar resoluciones de año nuevo no sería capaz de adoptar resolución alguna. Si un hombre no partiera de la extraña premisa de no haber existido jamás antes, resulta indudable que jamás llegaría a existir después. Si un hombre no fuera capaz de volver a nacer, jámas entraría en el Reino de los Cielos.
El año nuevo es el mejor ejemplo de estos dramáticos renacimientos. Y cierto es que esta división del tiempo podría tacharse de artificial, pero también puede describirse más correctamente - y así debería describirse siempre toda cosa artificial- como una de las grandes obras maestras del hombre. El hombre, como ya he repetido en el caso de la religión, percibe sus propias necesidades con tolerable exactitud. Ha comprendido que tendemos a cansarnos de los explendores más duraderos y que una señal en nuestro calendario o unas campanadas a media noche nos recuerdan que hemos nacido hace sólo muy poco.
Por eso, adoptemos resoluciones de año nuevo, pero no solo resoluciones encaminadas a mejorar, sino también resoluciones como la de advertir que tenemos unos pies y agradecer a estos - con cortés reverencia- que nos sostengan.
Lectura y locura, Gilbert K. Chesterton
1 comentario:
Eso, en gallego, se resumiría diciendo: resolucións con sentidiño :)
Un beso muy muy grande, C.
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