5.8.08

Martes con L.

Los martes como con L. Hablamos. L. me hace preguntas, me pide ayuda para recordar cosas porque dice que tengo buena memoria para los detalles. Y así vamos. El pasado martes rescatamos, entre los dos, la canción del anuncio de Freixenet cordón negro. Una canción de Coco Steel & Lovebomb - Yachts. Eso fue lo que descubrimos

L. es un gourmet del jazz. Hoy, mientras una Walkiria disfrazada de camarera nos sirve el gazpacho y la ensalada le hablo del artículo de Muñoz Molina de esta semana en Babelia en el que cuenta una anécdota de Thelonious Monk. L. no lo ha leído. Se lo paso cuando volvemos a la oficina. " Casi se puede oir el ruido de las copas chocando, el murmullo de la gente, casi se huele el humo de los cigarrillos", me dice después de leerlo. Y sonríe. Me cuenta como Thelonious Monk se movía en el escenario, cómo se levantaba y abandonaba el piano para luego volver corriendo y seguir tocando. Un tipo enorme que vestía los sombreros más extraños. Un buen día, decidió no volver a tocar y así siguió, sin tocar una nota durante los diez años siguientes. Luego murió. Nos imaginamos cómo serían aquellos aburridos cumpleaños, el desconcierto de los amigos de Monk ante su silencio. L. se rie. " Te lo imaginas?", me dice. Y sigue sonriendo fascinado por lo absurdo de aquella escena. L. es un coleccionista de lo absurdo. Le maravilla. El vio una actuación de Monk en directo. Me describe como el saxofonista seguía a semejante loco en sus improvisaciones. Sobreviviendo a lo que dieron en llamar free jazz.

Silencio.

Pienso en " El perseguidor", el cuento de Cortázar sobre Bird, recuerdo una conversación sobre la película de Clint Eastwood. Recuerdo el vinilo que escuchaba de pequeña sin descanso conmovida por todo ese dolor evaporándose en cada giro del disco. Pienso en mi hermano. En el color azul marino, profundo, oscuro. Pienso en todo esto pero no se lo digo. L. me da otro artículo "De poetas y aviones". Pero esa es otra historia.

L. llegó a España en el 75, dos meses después de que yo naciera, de que yo llegara tb a este país. Y me alegro. Es el tipo de coincidencias que hacen que la vida valga la pena. Ay.

1 comentario:

grankabeza dijo...

Uf.

Acabo de leer el artículo de Muñoz Molina y sólo vengo a darte las gracias por haber evitado que se me pasase :-)